A pesar de sus tempranos inicios en la época silente, el cine en el Ecuador ha sido una actividad tremendamente discontinua, caracterizada por la histórica ausencia de mecanismos de fomento, lo cual se ha visto compensado por la irrefrenable voluntad y esfuerzo de algunas individualidades. Sin embargo, si revisamos la historia del cine ecuatoriano, una de las cinematografías latinoamericanas menos conocidas, pero no por eso inexistente, nos encontraremos con algunos puntos altos y una que otra sorpresa.
Mientras el salesiano Carlos Crespi recorre la selva ecuatoriana filmando los primeros documentales etnográficos (entre los que se destaca “Los invencibles Shuaras del alto amazonas”), un joven guayaquileño llamado Augusto San Miguel funda la “Ecuador Film Co.” Empresa a través de la cual, produce, dirige y protagoniza las primeras películas de ficción realizadas en el país: “El tesoro de Atahualpa” (1924), “Se necesita una guagua” (1925) y “Un abismo y dos almas” (1926). Sus películas, que recrean temas identitarios con un especial interés por la problemática indígena, se exhiben con éxito en las principales ciudades. Luego de este intenso comienzo, el advenimiento del cine sonoro detiene a la incipiente industria, y se produce un “vacío” de más de veinte años. Recién en 1950 se estrena la primera película sonora, “Se conocieron en Guayaquil” de Paco Villar, y durante las próximas décadas, aparte de la producción televisiva, algunas co-producciones de corte comercial con México en los sesenta, y el trabajo en el país del cineasta boliviano Jorge Sanjines en los setenta, hay poco que destacar.
Sin embargo, a finales de los setenta se crea ASOCINE (Asociación de Cineastas Ecuatorianos), que comenzará a luchar, infructuosamente, por una ley de cine, y poco tiempo después, la Cinemateca Nacional. Ambos entes impulsarán el posterior desarrollo del cine en el Ecuador.
No es hasta los años ochenta en que se puede volver a hablar de un cine ecuatoriano. En la primera mitad de la década, un documental de corte social, “Los hieleros del Chimborazo”, de Gustavo Guayasamín, cosecha varios premios internacionales. Al mismo tiempo, dos largometrajes de ficción, “Mi Tía Nora” de Jorge Prelorán y “Dos para el camino” de Jaime Cuesta, se centran en temas urbanos. Aunque estas películas no alcanzan el éxito comercial, se puede decir que preparan al público para un cine “hecho en casa”.
Es en la segunda mitad de los ochenta que el Ecuador produce lo que podríamos llamar un “autor cinematográfico”. Se trata de Camilo Luzuriaga, que, proveniente del campo de la fotografía, comienza a realizar varios cortometrajes documentales y de ficción, producción que culminará con el largometraje “La Tigra” (1989), adaptación de la obra homónima de José de la Cuadra, uno de los precursores del realismo mágico en la literatura hispanoamericana. La película se convierte en la más taquillera del año y da a conocer a Luzuriaga en el panorama cinematográfico regional. Desde este momento, Luzuriaga luchará por desarrollar su obra, y prepara la ambiciosa adaptación cinematográfica de otra obra novela, escrita por Jorge Enrique Adoum y de corte experimental, “Entre Marx y una mujer desnuda”, que se estrenará en 1996.
Mientras tanto, en la década del noventa, una nueva generación de directores, muchos de ellos formados en el extranjero, irrumpe en la escena con iniciativas como “Ecuador en corto”, una especie de “cooperativa” con la cual los cineastas se ayudan mutuamente en la filmación de sus cortometrajes.
De esta generación, destaca Sebastián Cordero, hermano menor de Juan Esteban y Viviana, que ya en 1990 habían estrenado un largometraje. Con su estilo actual y desenfadado “Ratas, ratones y rateros” (1999) se convierte en un fenómeno cultural en Ecuador y logra un gran reconocimiento a nivel internacional.
Pero “Ratas”, a pesar de ser un éxito de taquilla, por la pequeñez del mercado local, no alcanza a recuperar costos. Esta situación paradójica de alguna manera ilustra la dificultad de hacer cine en el Ecuador.
El cambio de milenio trajo consigo el advenimiento de la tecnología digital. Gracias en parte a esto, las cifras del cine ecuatoriano se han multiplicado: del promedio de una película cada tres años mantenido desde los ochenta, a partir del 2000 se producen un promedio de tres películas anuales, sin contar el crecimiento en la producción de cortometrajes y documentales.
Así, en los últimos años, hemos visto películas como “Sueños en la mitad del mundo” de Carlos Naranjo, “Fuera de juego”, de Víctor Arregui, “Un titán en el ring” de Viviana Cordero y “Mientras llega el día” de Camilo Luzuriaga. Así como las más recientes, “Qué tan lejos”, de Tania Hermida, “Esas no son penas” de Daniel Andrade y Anahi Honeisen, “Cuando me toque a mí” de Víctor Arregui, y por último “Crónicas, de Sebastián Cordero, ambiciosa co-producción con México recientemente estrenada en España, que lo consolida como el más internacional de nuestros directores.
Esta última producción se caracteriza por la variedad de temáticas (ya no se tratan sólo los tópicos urbano-marginales, sino también, entre otros, temas de época y de la clase media), la centralización de la producción en Quito, y el alto porcentaje de cineastas mujeres (a directoras como V. Cordero y T. Hermida se une la documentalista Yanara Guayasamín, con algunos largometrajes a su nombre), y de co-producciones con otros países, principalmente europeos.
También es importante mencionar que en este momento el Ecuador cuenta con dos festivales de cine en constante crecimiento: "Encuentros del otro cine" (EDOC), festival internacional de documentales, que va por su sexta edición y "Cero Latitud", festival de cine iberoamericano, que va por su quinta. Estos incentivan a la producción local a través de talleres y concursos.
Postdata
Pero sin duda lo que más ocupa a los cineastas ecuatorianos en este momento es la reciente creación del Consejo Nacional de Cine. Aprobado políticamente el año pasado (luego de años de lucha) y recientemente viabilizado a través de la asignación de recursos por parte del estado, el CNC ha abierto hace pocas semanas, su primera convocatoria pública para la ayuda a proyectos cinematográficos en las diferentes fases de desarrollo. Así mismo, ha permitido que el Ecuador se incorpore a Ibermedia, importante organismo de co-producción con España, del cual habíamos estado ausentes por muchos años.
Y hablando de España, es importante mencionar el inesperado éxito de la pélícula "Qué tan lejos" en la cartelera española. Pero este fenómeno será anlizado en una posterior entrega.
Javier Izquierdo
Mientras el salesiano Carlos Crespi recorre la selva ecuatoriana filmando los primeros documentales etnográficos (entre los que se destaca “Los invencibles Shuaras del alto amazonas”), un joven guayaquileño llamado Augusto San Miguel funda la “Ecuador Film Co.” Empresa a través de la cual, produce, dirige y protagoniza las primeras películas de ficción realizadas en el país: “El tesoro de Atahualpa” (1924), “Se necesita una guagua” (1925) y “Un abismo y dos almas” (1926). Sus películas, que recrean temas identitarios con un especial interés por la problemática indígena, se exhiben con éxito en las principales ciudades. Luego de este intenso comienzo, el advenimiento del cine sonoro detiene a la incipiente industria, y se produce un “vacío” de más de veinte años. Recién en 1950 se estrena la primera película sonora, “Se conocieron en Guayaquil” de Paco Villar, y durante las próximas décadas, aparte de la producción televisiva, algunas co-producciones de corte comercial con México en los sesenta, y el trabajo en el país del cineasta boliviano Jorge Sanjines en los setenta, hay poco que destacar.
Sin embargo, a finales de los setenta se crea ASOCINE (Asociación de Cineastas Ecuatorianos), que comenzará a luchar, infructuosamente, por una ley de cine, y poco tiempo después, la Cinemateca Nacional. Ambos entes impulsarán el posterior desarrollo del cine en el Ecuador.
No es hasta los años ochenta en que se puede volver a hablar de un cine ecuatoriano. En la primera mitad de la década, un documental de corte social, “Los hieleros del Chimborazo”, de Gustavo Guayasamín, cosecha varios premios internacionales. Al mismo tiempo, dos largometrajes de ficción, “Mi Tía Nora” de Jorge Prelorán y “Dos para el camino” de Jaime Cuesta, se centran en temas urbanos. Aunque estas películas no alcanzan el éxito comercial, se puede decir que preparan al público para un cine “hecho en casa”.
Es en la segunda mitad de los ochenta que el Ecuador produce lo que podríamos llamar un “autor cinematográfico”. Se trata de Camilo Luzuriaga, que, proveniente del campo de la fotografía, comienza a realizar varios cortometrajes documentales y de ficción, producción que culminará con el largometraje “La Tigra” (1989), adaptación de la obra homónima de José de la Cuadra, uno de los precursores del realismo mágico en la literatura hispanoamericana. La película se convierte en la más taquillera del año y da a conocer a Luzuriaga en el panorama cinematográfico regional. Desde este momento, Luzuriaga luchará por desarrollar su obra, y prepara la ambiciosa adaptación cinematográfica de otra obra novela, escrita por Jorge Enrique Adoum y de corte experimental, “Entre Marx y una mujer desnuda”, que se estrenará en 1996.
Mientras tanto, en la década del noventa, una nueva generación de directores, muchos de ellos formados en el extranjero, irrumpe en la escena con iniciativas como “Ecuador en corto”, una especie de “cooperativa” con la cual los cineastas se ayudan mutuamente en la filmación de sus cortometrajes.
De esta generación, destaca Sebastián Cordero, hermano menor de Juan Esteban y Viviana, que ya en 1990 habían estrenado un largometraje. Con su estilo actual y desenfadado “Ratas, ratones y rateros” (1999) se convierte en un fenómeno cultural en Ecuador y logra un gran reconocimiento a nivel internacional.
Pero “Ratas”, a pesar de ser un éxito de taquilla, por la pequeñez del mercado local, no alcanza a recuperar costos. Esta situación paradójica de alguna manera ilustra la dificultad de hacer cine en el Ecuador.
El cambio de milenio trajo consigo el advenimiento de la tecnología digital. Gracias en parte a esto, las cifras del cine ecuatoriano se han multiplicado: del promedio de una película cada tres años mantenido desde los ochenta, a partir del 2000 se producen un promedio de tres películas anuales, sin contar el crecimiento en la producción de cortometrajes y documentales.
Así, en los últimos años, hemos visto películas como “Sueños en la mitad del mundo” de Carlos Naranjo, “Fuera de juego”, de Víctor Arregui, “Un titán en el ring” de Viviana Cordero y “Mientras llega el día” de Camilo Luzuriaga. Así como las más recientes, “Qué tan lejos”, de Tania Hermida, “Esas no son penas” de Daniel Andrade y Anahi Honeisen, “Cuando me toque a mí” de Víctor Arregui, y por último “Crónicas, de Sebastián Cordero, ambiciosa co-producción con México recientemente estrenada en España, que lo consolida como el más internacional de nuestros directores.
Esta última producción se caracteriza por la variedad de temáticas (ya no se tratan sólo los tópicos urbano-marginales, sino también, entre otros, temas de época y de la clase media), la centralización de la producción en Quito, y el alto porcentaje de cineastas mujeres (a directoras como V. Cordero y T. Hermida se une la documentalista Yanara Guayasamín, con algunos largometrajes a su nombre), y de co-producciones con otros países, principalmente europeos.
También es importante mencionar que en este momento el Ecuador cuenta con dos festivales de cine en constante crecimiento: "Encuentros del otro cine" (EDOC), festival internacional de documentales, que va por su sexta edición y "Cero Latitud", festival de cine iberoamericano, que va por su quinta. Estos incentivan a la producción local a través de talleres y concursos.
Postdata
Pero sin duda lo que más ocupa a los cineastas ecuatorianos en este momento es la reciente creación del Consejo Nacional de Cine. Aprobado políticamente el año pasado (luego de años de lucha) y recientemente viabilizado a través de la asignación de recursos por parte del estado, el CNC ha abierto hace pocas semanas, su primera convocatoria pública para la ayuda a proyectos cinematográficos en las diferentes fases de desarrollo. Así mismo, ha permitido que el Ecuador se incorpore a Ibermedia, importante organismo de co-producción con España, del cual habíamos estado ausentes por muchos años.
Y hablando de España, es importante mencionar el inesperado éxito de la pélícula "Qué tan lejos" en la cartelera española. Pero este fenómeno será anlizado en una posterior entrega.
Javier Izquierdo